presbítero, Fundador de las Congregaciones de los Pobres Siervos
y de las Pobres Siervas de la Divina Providencia
JUAN CALABRIA
nació en Verona el 8 de octubre de 1873, séptimo y último hijo de Luis,
zapatero, y de Angela Foschio, empleada al servicio doméstico, mujer de
grande fe, educada por el Siervo de Dios Padre Nicolás Mazza en su
escuela de niñas pobres.
Desde el
nacimiento, para el niño Juan, la pobreza fue su maestra de vida. Cuando
murió su papá, tuvo que interrumpir el cuarto año de escuela primaria
para buscar un trabajo como ayudante.
Descubriendo
las virtudes del joven, el rector de San Lorenzo, Padre Pedro Scapini,
lo preparó en privado para los exámenes de ingreso al seminario. Una vez
superados, fue admitido y frecuentó el liceo como alumno externo. Al
tercer año tuvo que interrumpirlo para hacer el servicio militar.
La caridad fue la característica de toda su vida
Ya
joven se distinguió sobre todo por su gran caridad. De hecho, se puso
al servicio de todos haciendo los trabajos más humillantes y peligrosos.
Se ganó la admiración de sus compañeros y superiores, llevando a muchos
de ellos a la conversión y a la práctica de la fe.
Cuando
terminó el servicio militar, retomó los estudios. Una fría noche de
noviembre de 1897, cuando hacía su primer año de teología, volviendo de
visitar a los enfermos en el hospital, encontró un niño acurrucado
delante de su puerta; era fugitivo de los gitanos. Lo recogió y lo llevó
en casa. Estuvo con él y al final lo acomodó en su pequeño dormitorio.
Fue el principio de sus obras a favor de los huérfanos y abandonados.
Algunos
meses más tarde, fundó la "Pía Unión para la asistencia de los enfermos
pobres", reuniendo en torno a sí un buen grupo de seminaristas y de
laicos.
Eran éstos los inicios de una vida
totalmente caracterizada por la caridad. "Cada instante de su vida fue
la personificación del maravilloso cántico de San Pablo sobre la
caridad", escribe en una carta postulatoria a Pablo VI una doctora
hebrea salvada por el Padre Calabria de la persecución nazi y fascista,
escondiéndola vestida de hermana, entre las religiosas de su Instituto.
Sacerdote y Fundador de dos Congregaciones
Ordenado
sacerdote el 11 de agosto de 1901, fue nombrado ayudante vicario en la
parroquia de San Esteban y confesor en el seminario. Se dedicó con un
particular celo a la confesión y al ejercicio de la caridad
privilegiando sobre todo a los más pobres y marginados.
En
el 1907, nombrado Vicario de la Rectoría de S. Benito del Monte,
comenzó también a recibir y cuidar espiritualmente a los soldados. El 26
de noviembre de aquel año, en "Vicolo Case Rotte", dio inicio oficial
al Instituto "Casa Buoni Fanciulli", que el año siguiente encontró la
estabilidad definitiva en la calle San Zeno in Monte, en la actual Casa
Madre.
Junto a los jóvenes el Señor le
mandó laicos deseosos de compartir con él la propia donación al Señor.
Con este puñado de hombres donados totalmente al Señor en el servicio a
los pobres, con una vida radicalmente evangélica, hizo vivir a la
Iglesia de Verona el clima de la Iglesia Apostólica. Y aquel primer
núcleo de hombres fue la base de la "Congregación de los Pobres Siervos
de la Divina Providencia" que será aprobada por el Obispo el 11 de
febrero de 1932 y obtendrá la Aprobación Pontificia el 25 de abril de
1949.
Inmediatamente después de la
aprobación diocesana, la Congregación se extendió en varias partes de
Italia, siempre al servicio de los pobres, de los abandonados y
marginados. Prolongó su acción a los ancianos y a los enfermos dando
vida para ellos a la "Cittadella della caritá ". El corazón apostólico
del Padre Calabria pensó además en los Parias de la India, mandando en
el 1934 cuatro Hermanos a Vijayavada.
En
el 1910 fundó también la rama femenina, las "Hermanas", que fue aprobada
como Congregación de derecho diocesano el 25 de marzo de 1952 con el
nombre de " Pobres Siervas de la Divina Providencia " y el 25 de
diciembre de 1981 obtuvieron la Aprobación Pontificia.
Profeta de la paternidad de Dios y de la búsqueda de su reino
A
las dos Congregaciones, el Padre Calabria, confió la misma misión que
el Señor le había inspirado cuando joven sacerdote: "Mostrar al mundo
que la Divina Providencia existe, que Dios no es extranjero, sino Padre,
y piensa en nosotros, siempre que nosotros pensemos en Él y le
correspondamos buscando en primer lugar el Santo Reino de Dios y su
justicia" (cf. Mt 6, 25-34).
Y para testimoniar todo esto, acogió
gratuitamente en sus casas, jóvenes, material y moralmente necesitados.
Hizo hospitales y casas de acogida para asistir en el cuerpo y en el
espíritu a enfermos y ancianos. Abrió casas de formación para jóvenes y
adultos pobres, a fin de ayudarlos a alcanzar la propia vocación
sacerdotal o religiosa. Los asistió gratuitamente hasta la teología o a
la definitiva decisión por la vida religiosa. Después los dejaba libres
para elegir aquella diócesis o congregación que el Señor les hubiera
inspirado. Estableció que sus religiosos ejercieran el apostolado en las
zonas más pobres, "donde nada hay, humanamente, para recibir".
"Resplandeció como un faro luminoso en la Iglesia de Dios"
Son exactamente éstas las palabras que el Card. Schuster hizo esculpir sobre su tumba.
De
hecho al comenzar desde el 1939-40 hasta la muerte, en contraste con su
innato deseo de anonimato, alargó sus horizontes hasta alcanzar las
fronteras de la Iglesia, "gritando" a todos que el mundo se puede salvar
sólo si se retorna a Cristo y a su Evangelio.
Fue
así que se convirtió en una voz profética, un punto de referencia.
Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos vieron en él un guía seguro
para ellos mismos y para sus iniciativas.
Por
eso los Obispos de la Conferencia Episcopal del Trivéneto, en la propia
carta postulatoria al Papa Juan Pablo II, pudieron escribir: «El Padre
Calabria, justo para preparar la Iglesia del Dos Mil -expresión a él
familiar- hizo de su vida un continuo sufrir y una cuidadosa llamada a
la conversión, a la renovación, a la hora de Jesús, con tonos
impresionantes de perentoria urgencia... Nos parece que la vida del
Padre Calabria y su misma persona constituyen una " profecía " de
vuestro apasionado grito a todo el mundo: "Aperite portas Christo
Redemptori!"».
Comprendió que en esta radical y profunda renovación
espiritual del mundo tenían que ser comprometidos también los laicos.
Para esto, en el 1944 fundó la "Familia de los Hermanos Externos",
integrada, en efecto, por laicos.
Rezó, escribió, actuó y sufrió por la unidad de los cristianos.
Por
eso, mantuvo fraternas relaciones con protestantes, ortodoxos y
hebreos. Escribió, habló, amó, nunca discutió. Conquistó con el amor. El
mismo pastor luterano Sune Wiman de Eskilstuna (Suiza) que tuvo con él
un copioso intercambio epistolar, dirigió el 6 de marzo de 1964 una
carta postulatoria al Santo Padre Pablo VI para pedirle la glorificación
de su venerado amigo.
Fue este período el
más misteriosamente doloroso de su vida. Parecía que Cristo lo hubiera
asociado a la angustia del Getsemaní y del Calvario, aceptando su
ofrecimiento como "víctima" para la santificación de la Iglesia y para
la salvación del mundo. El beato card. Schuster lo comparó al Siervo de
Jahvé.
Murió el 4 de diciembre del 1954.
En la vigília, hizo su último gesto de caridad ofreciendo su vida al
Señor por el Papa Pío XII, que agonizaba. El Señor había aceptado su
oferta y, mientras él moría, el Papa, misteriosa e improvisamente
recuperaba la salud viviendo con eficiencia otros cuatro años.
El
mismo Pontífice, sin saber del último gesto del Padre Calabria pero
conocedor profundo de toda su vida, cuando recibió la noticia de su
muerte, en un telegrama de condolencia a la Congregación, definió
"campeón de evangélica caridad".
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 17 de abril de 1988 y canonizado el 18 de abril de 199