martes, 22 de enero de 2013

La obsesión por ser leído



 
La obsesión por ser leído
La obsesión por ser leído
Internet desvela esa faceta de quienes escriben, pues fácilmente se puede ver cómo se esfuerzan para que sus escritos se difundan.

Blogs, Facebook, Twitter y otros ámbitos cibernéticos se convierten en medios usados con frecuencia para lograr una mayor difusión. Además, con frecuencia los escritores se conectan entre sí: empiezan a seguir a otros, y son a su vez seguidos.

Puede entonces surgir la pregunta: ¿es correcto invertir tiempo y energía para buscar que los propios escritos se difundan?

No resulta fácil responder. Si miramos al pasado, el mundo de la imprenta generaba situaciones parecidas: los autores tenían que luchar con pasión para vencer las no pocas dificultades que ponían los editores. Sólo si se pasaba el “filtro” de la imprenta un escrito daba el paso decisivo para ser difundido, para llegar a los lectores.

En la era de Internet, publicar se ha convertido en algo tan fácil y rápido, que entonces parece no tener mucho sentido el esfuerzo por ganar lectores. Pero precisamente la facilidad con la que se realizan publicaciones digitales ha generado un aumento enorme de materiales, un “griterío” de artículos y textos sobre temas parecidos, que el ansia reaparece: ¿no ocurrirá que el trabajo pensado por uno queda sepultado y perdido en la avalancha electrónica de escritos que aparecen continuamente?

De ahí el esfuerzo por aumentar el número de “amigos”, por enviar mensajes de aviso sobre el trabajo recién publicado, por conseguir que la propia página quede enlazada en otros lugares, y un etcétera largo como larga es la ansiedad.

Pero, ¿es esa la cuestión? ¿No se trata más bien de preparar buen material y dejarlo abierto, sin presiones a los potenciales lectores, para que cada quien pueda encontrarlo y leerlo si lo desea? ¿No hay que superar el anhelo por aparecer en los primeros lugares en los buscadores, google y compañeros, para “existir” en el mundo de la información?

La verdad es hermosa en sí misma. Cristo no nació ni en el tiempo de la imprenta, ni en la época de la radio, ni entre las antenas televisivas, ni en el mundo de Internet, aunque sí predicó en un mundo que ya conocía la escritura en formas frágiles pero eficaces. A pesar de ello, su mensaje tiene una fuerza arrolladora, simplemente porque contiene verdades que Jesús enseñaba con su voz y con su vida.

Quizá, entonces, el punto no consiste en luchar día tras día para “difundirse”. Basta, simplemente, con lanzar la semilla. Si algo vale la pena, y si Dios así lo quiere, llegará a quien tenga que llegar.

Si, además, algún lector consigue acercarse a la verdad, ¿qué más puede desearse? A veces resulta suficiente con que se produzca un único “acceso”, que no tiene casi ningún peso en los medidores de “visitantes”, si ese acceso ha sido de calidad, y si el lector ha encontrado un escrito bañado de belleza y de empatía sincera.

Mi identidad en las Redes Sociales



Mi identidad en las Redes Sociales
Mi identidad en las Redes Sociales
La identidad es el “autoconocimiento”, y se adquiere a base de experiencias, se va formando a través del tiempo. En la adolescencia comienza la formación de la identidad, y se esperaría que al termino de esta etapa el joven la tuviera bien consolidada, y fuera capaz de relacionarse, desarrollarse y tomar decisiones a partir de ella. Alguien que no se conoce a sí mismo difícilmente puede conocer a los demás.


Entonces, el adolescente tendrá que contestar las siguientes preguntas, ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿qué quiero ser?. Y se esperaría que reflexionara al respecto de esto, con la finalidad de conocerse más a sí mismo, y ayudar a formar su identidad. Sin embargo, la realidad que hoy nos plantea la tecnología es muy distinta a la que se esperaría.
El concepto de “identidad” dentro de las redes sociales es un concepto débil, a través del cual no tenemos que tardar años para construirnos y consolidarnos, al contrario la identidad dentro de Internet la podemos construir rápidamente en unos cuantos minutos, al dar de alta una cuenta en alguna red social. Esta identidad podrá ser modificada, alterada y hasta inventada si es necesario.

Mientras en la vida se esperaría que formaras tu identidad a base de experiencias y mucho aprendizaje, las redes sociales te dan la oportunidad de construir una falsa identidad contestando las siguientes sencillas preguntas: ¿En qué escuela vas?, ¿A qué te dedicas?, Estado Civil, ¿Quiénes son tus familiares?, Fecha de nacimiento, pasatiempos, y una breve descripción de ti mismo, programas favoritos, y películas.


Pero ¿De verdad piensas que esto es toda tu identidad?. Muchas veces podremos ocupar la pantalla de la computadora, para ocultarnos de los demás, para hacer más amigos de los que en realidad podemos hacer, para anunciar “que pensamos o sentimos”. Sin embargo lo importante y más interesante de la etapa en la que te encuentras, es que, por ti mismo y a través de todos los recursos que tienes, podrás encontrar y construir tu identidad.


Puede ser que la tecnología hoy en día sea de gran importancia, sin embargo un “amigo” dentro de tus contactos, nunca suplirá a la persona que te escucha, “un comentario” dentro de tu perfil, nuca suplirán las palabras en la voz que las quieres escuchar, “un toque” nunca sustituirá un gran abrazo, “una invitación” nunca sustituirá una llamada telefónica. Es por eso que como jovenes deben utilizar sus cualidades, sus características personales, sus defectos, sus virtudes, para encontrar eso que con tanto esmero se debe encontrar y construir, la identidad.


Si lo logran, podrán en la vida adulta desarrollarse de manera positiva desarrollándose de manera integral, es decir con todas las partes de su persona, y así podrán ayudar a otros y fortalecerse al mismo tiempo.

El sacrificio de la belleza

 
El sacrificio de la belleza
El sacrificio de la belleza
¿Qué es bello o a qué se le denomina belleza? La respuesta se encuentra siempre de acuerdo con la época en la que se vive.

Belleza o bello es un concepto tan abstracto que es casi imposible definirlo. Sin embargo, hoy día la belleza es un sacrificio donde se está exponiendo la vida misma. Los mensajes de los medios de comunicación para resaltar lo «que ellos clasifican como belleza» se han convertido en el sacrificio y riesgo de la personalidad misma. Así como la ausencia de la identidad y el pensamiento. Las imágenes de cuerpos «esculturales» de las modelos, el color del cabello que provoca la vista, el look de moda, el ejercicio exagerado, la venta de productos para adelgazar, los nuevos experimentos químicos para la mujer, se han vuelto el in en boga. Y, a cambio de ello, ¿qué viene? La aparición de anorexia, bulimia, anemia y la propia muerte.

El mundo de la efigie se ha vuelto prolijo, y arrastra la perdida de los valores por mantener una belleza que tarde que temprano tenderá a desaparecer.

El ser humano no es solamente cuerpo escultural: es mente, corazón y alma. No se necesita someterse a las operaciones que arriesgan lo único importante: la vida.

Y ¿qué se hace para sostener la otra parte que conforma al ser?, ¿quiénes fomentan el desarrollo humano? Nadie, porque esto no es negocio, esto no vende, para ello no existen operaciones, ni pastillas de sentimientos y emociones. Solo juegos que los lleven a la decadencia, a sacrificar el 70% de composición humana por salvar el 30% de la imagen.

La imagen es borrosa y empañada cuando el corazón es frío y el alma no reacciona, cuando la identidad no tiene camino fijo, cuando ésta divaga tras lujos de colores, tras los cambios de piel, y se esconde en cuerpos esqueléticos, retocados por el maquillaje.

¿Valdrá la pena sacrificar la vida por tener un rostro casi perfecto, por tener la cintura más pequeña y decir que eso es belleza? No seamos víctimas del negocio de la imagen, de algunos medios de comunicación que transfieren semblantes de perfección, porque esto no existe.

La personalidad se vive como es, alimentándola de mente, corazón y alma para proyectar la belleza. Una belleza exterior es la proyección de una belleza interior y esto no requiere de sacrificios costosos sino personales.

lunes, 21 de enero de 2013

El camino sencillo del Evangelio

El camino sencillo del Evangelio
¿Es posible ser cristiano en el mundo actual? La pregunta puede parecer legítima, si pensamos que nuestro mundo es "diferente". Pero en realidad no lo es, porque si ser cristiano consiste en aceptar el don de Dios en Cristo, tal aceptación se pudo hacer hace 2000 años, se puede hacer hoy, y se podrá hacer mientras haya hombres y mujeres en el tiempo.

Para ser cristianos, el camino es sencillo: acoger a Cristo con todas sus enseñanzas. En otras palabras, se trata simplemente de vivir el Evangelio.

Un Evangelio que inicia con la invitación del Maestro: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). Un Evangelio que quedó expuesto en sus líneas más profundas y en sus exigencias más comprometedoras en el Sermón de la Montaña (Mt 5-7). Un Evangelio que fue acogido por los primeros discípulos y que debe ser llevado hasta los confines del mundo (Mc 16,15-16). Un Evangelio que se ha convertido en un grito que, desde los Apóstoles, ha sido creído y vivido por millones de personas a lo largo de los siglos.

En el fondo, se trata de creer en Cristo como el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6), en seguir al Buen Pastor en el redil por Él fundado (Jn 10), en celebrar su Pascua desde el milagro de la Eucaristía (Lc 22,14-20).

El camino sencillo del Evangelio está al alcance de todos. Basta con dejarse tocar por la acción del Espíritu Santo, desde las palabras que resuenan gracias a los corazones de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, con la acogida llena de fe de un mensaje que tiene mucho que decir a cada uno de los hombres y mujeres por quienes Cristo ofreció, por Amor, su Cuerpo y su Sangre.